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La campaña de los grupos antiderechos contra la aplicación de la ESI en las escuelas
La nueva cruzada
 
Ver imagen Tras el rechazo a la ley de aborto, grupos antiderechos intentan ahora impedir la educación sexual integral. La estrategia se basa en confundir y atemorizar a los padres con falsedades como que los niños deberán desnudarse en el aula, tocarse y ver sexo explícito. Ya preparan amparos judiciales contra la ley.

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Fecha:17/09/2018 9:17:00 
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Los grupos antiderechos redoblan su cruzada. Después de frenar en el Senado la legalización del aborto, ahora su objetivo es impedir la reforma de la Ley de Educación Sexual Integral. El demonio ya no es el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, sino lo que llaman como “ideología de género”. Las iglesias evangélicas tomaron la delantera y entre sus estrategias están promoviendo que se viralicen en grupos de Whatsapp de “mamis”, de escuelas de distintos puntos del país, cadenas con información falsa sobre los contenidos de la ESI, para generar confusión y miedo en las familias. En uno de los mensajes de audio que circula, un pastor sostiene que los docentes obligan al alumnado a desnudarse, a tocarse entre sí las partes íntimas, “a practicar posiciones hombres con hombres, mujeres con mujeres”, y está previsto un día los niños vayan vestidos como mujeres y las mujeres como “varoncitos”, además dice que se les muestran videos sobre el acto sexual “de personas adultas, casi pornográfico, teniendo relaciones”. En otro audio, otro pastor afirma que “han empezado con una enseñanza desde el jardín de infantes de que hay nenas con pene y hay varones con vagina”. Al mismo tiempo, y con los lemas #ConMisHijosNoTeMetas y #SalvemosLaFamilia, la semana pasada en distintas provincias se hicieron abrazos a los ministerio de Educación, se convocaron a capacitaciones sobre la temática en diferentes ciudades, y empezaron a entregarles a las familias una carta modelo para que lleven a la escuela para declararse “objetores”, y exijan que sus hijos sean excluidos de las clases donde se imparta ESI, o los instan a presentar recursos de amparo, con el mismo fin. También se pronunció en contra la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de la Argentina (Faera) conformada por 66 congregaciones e institutos de vida consagrada católicos.

Una polémica actualizada
“La discusión fue saldada hace años. Es el conflicto entre el enfoque de la Justicia, que sostiene al Estado como predominante sobre la familia, y la tradición católica liberal que defiende el predominio del orden ‘natural’ y al Estado como secundario. La Argentina ya se expidió sobre el tema y la Constitución incluye convenciones internacionales que definen ese paradigma. Reabrir un tema ya saldado implicaría ir hacia atrás hasta la Convención Constituyente. Los niños y las niñas son sujetos de derechos y el Estado es el garante”, señaló a PáginaI12 Graciela Morgade, doctora en Educación, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y una de las voces expertas que participaron de la elaboración de los contenidos mínimos curriculares de la ESI, aprobados luego de la sanción de la Ley 26.150.

Aunque ya tiene 12 años, esa norma todavía no se aplica en todo el país. Un factor clave de la falta de implementación fue que el gobierno de Cambiemos, desde que asumió, buscó debilitar el Programa Nacional de ESI con la eliminación de las capacitaciones masivas a docentes, y el recorte de su presupuesto, entre otras medidas. Pero después del debate en el Congreso por la Ley de Interrupción Voluntaria de Embarazo, la ESI entró en la agenda parlamentaria. Entre quienes estaban a favor y en contra de la despenalización y legalización del aborto, hubo acuerdo –al menos verbal–de la necesidad de que el Estado nacional y los gobiernos provinciales garanticen el cumplimiento de la ESI en todo el país, como política federal para prevenir los embarazos no intencionales en la adolescencia. Sin embargo, muy pronto los grupos antiderechos, que se identifican con pañuelos celestes, dejaron en claro que tampoco aceptan la ESI. Y lanzaron su cruzada después de que se firmara, dos semanas atrás, un dictamen consensuado por un amplio arco político, entre legisladores del oficialismo y la oposición de las comisiones de Educación y Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, de la Cámara de Diputados.

La reforma de la Ley de ESI apunta a mejorar la norma y eliminar los resquicios por los cuales las provincias más conservadoras o las escuelas confesionales evitan aplicar los contenidos, acordados en el Consejo Federal de Educación. Los cinco ejes de la ESI son: perspectiva de género, respeto a la diversidad, ejercicio de los derechos, cuidado del cuerpo y la salud, valoración de la afectividad. En mayo, el CFE aprobó una resolución que vuelve a jerarquizar a la ESI. Y el mes próximo desde el Ministerio de Educación, se reanudan las capacitaciones masivas a docentes.

Los antiderechos exigen respetar “el derecho de los padres a educar a sus hijos”, pero desconocen que la Ley 26.061, de Protección Integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes, pone énfasis en el interés superior de niños y niñas. Demonizan la perspectiva de género y la llaman “ideología de género”.

Una estrategia regiona
“En Argentina, al igual que en la mayoría de los países de América latina y Europa, denunciar la “ideología de género” se está convirtiendo en una de las estrategias privilegiadas por parte de los sectores más reaccionarios en temas de moral sexual”, advierte Juan Marco Vaggione, docente e investigador UNC-Conicet. Bajo este rótulo, apunta Vaggione, se denuncian como falaces todas aquellas posturas –académicas y activistas– que por décadas han reconocido la importancia de comprender al género y la sexualidad en sus dimensiones socioculturales. “La perspectiva o el paradigma de género es, para estos sectores, un invento, ‘una ideología’, generada por los movimientos feministas y LGBTI que buscan horadar tanto al orden sexual como al basamento mismo de lo social”, explica en diálogo con PáginaI12.

A nivel conceptual, recuerda Vaggione, comenzó a formularse en los Estados Unidos en los ‘90 por parte de intelectuales y activistas católicos conservadores preocupados por las Conferencias Internacionales sobre Población en El Cairo y sobre la Mujer, en Beijing, para ser luego retomado en distintos documentos de la Iglesia Católica. “Tanto Benedicto XVI como Francisco, a pesar de sus múltiples diferencias, coinciden en denunciar a la ‘ideología de género’ como uno de los principales problemas de las sociedades contemporáneas. Pero también es un concepto utilizado por los sectores conservadores del campo evangélico que lo apropian para la movilización de sus bases en contra de los movimientos feministas y LGBTI”, detalla Vaggione. Esto, que pudo observarse de formas sutiles durante el debate por el matrimonio igualitario, se presenta de formas más virulentas entre los que rechazan la implementación de la Ley de ESI. “Así, la construcción de un enemigo común, de una ideología que niega la existencia de un orden natural objetivo y universal, posibilita acuerdos políticos y estratégicos entre los sectores más conservadores de los campos católicos y evangélicos”, señala Vaggione.

–¿Qué impacto tiene esta cruzada en la región? –le preguntó PáginaI12.

–Aunque plagada de falacias e inexactitudes, denunciar la existencia de la “ideología de género” tiene un fuerte impacto en distintos lugares de la región, particularmente Colombia, Brasil y países de América Central. Funciona distorsionando y otrorizando de maneras violentas la demanda por los derechos sexuales y reproductivos, con particular preocupación por la educación sexual. Uno de sus puntos neurálgicos es intensificar el pánico moral que el debate por estos derechos genera en algunos sectores de la sociedad. Consideran que los “niños” están siendo amenazados por esta ideología que busca cooptarlos, adoctrinarlos y, por tanto, alejarlos de sus padres. Consignas y campañas, como “con mis hijos no te metas”, se repiten de forma casi idéntica en los países de América latina aglutinando actores religiosos, sociales y políticos, tanto católicos como evangélicos, que comparten el temor por un mundo diverso, libre y plural.
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