Un viaje hacia las utopías revolucionarias. Segunda parte XIII. “Crisis y ruptura”
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Municipalidad de Parana

Por Manuel Justo Gaggero*
Un viaje hacia las utopías revolucionarias. Segunda parte XIII. “Crisis y ruptura”
 
En ese fin de semana de noviembre de 1978, en París se vivían los finales del otoño con una llovizna persistente y mucho frí, normal en la “ciudad luz”. Los días grises acompañaban la angustia en que vivíamos, en particular Héctor Sandler, ante el secuestro de su hijo Ricardo perpetrado por un “grupo de tareas” en Buenos Aires.

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Fecha:04/10/2017 13:06:00 
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Esta situación se agravaba por cuánto no podíamos lograr ubicar a los dirigentes políticos que nos habían recibido, ya que ni nosotros, ni Rodolfo Mattarollo, que residía en aquí, teníamos sus teléfonos particulares.
Las horas pasaban y hacían que la espera se tornara más terrible, ya que sabíamos que las primeras 48 eran claves para lograr su aparición con vida. En la búsqueda de algún camino que nos permitiera llegar a Bernard Stasi, presidente de la Asamblea Nacional Francesa, Rodolfo se comunicó con Julio Cortázar, quien mantenía una estrecha relación con el dirigente socialista galo por su integración en el Tribunal Russell.
Cortázar lo localizó y nos citó, pese a ser domingo, en su despacho en el Partido Socialista. Cuándo salíamos hacia este lugar recibió Héctor una llamada de su esposa desde México que nos llenó de alegría: Ricardo había sido liberado sus captores le dieron 72 horas para abandonar el país y ya estaba en Ezeiza sacando pasaje para México.
La dictadura había sido especialmente violenta con nuestro amigo. No le perdonaban que habiendo integrado la Aeronáutica, luego como abogado y después como diputado nacional, defendiera a nuestros compañeros. Por eso lo incluyeron en un Acta que lo privaba de la nacionalidad y por la cual se le confiscaban sus bienes. Una casa de fin de semana que tenía en las afueras de la Capital fue convertida en escombros mediante poderosos explosivos.
Ya distendidos, le agradecimos la amabilidad a Stasi y a Cortázar por su preocupación.
Al día siguiente nos trasladamos al aeropuerto acompañándolo a Héctor que había recuperado la alegría y la mirada optimista que lo caracterizaba, y estaba eufórico porque habíamos impedido las conversaciones del Estado Terrorista con el Foreing Office dirigidas a negociar la soberanía sobre las Islas Malvinas y las del Atlántico Sur. Partía a México para reintegrarse a sus actividades docentes. Nosotros por nuestra parte viajaríamos esta misma noche en tren a Madrid, donde nos había convocado el Secretario General del Partido.
Al llegar nos trasladamos a la casa de Liliana y Gustavo que siempre estaban dispuestos solidariamente a hospedarnos. Esa misma tarde nos encontramos con los compañeros de la Dirección.
El clima era tenso pese a que no habíamos adelantado nuestra opinión. Comenzó el Secretario General haciendo una larga exposición sobre la difícil situación que atravesaba la organización luego de las caídas del año anterior y la imposibilidad, en lo inmediato, de retomar la actividad en el territorio a lo que se sumaba el fracaso de “la retirada ordenada“dispuesta en el Comité Ejecutivo ampliado celebrado en Roma en abril de 1977.
Frente a este cuadro, se facultó a varios compañeros a realizar una investigación, que concluyó en que el “enemigo” había infiltrado la dirección, y nos adelantó quien era el supuesto “infiltrado”.
Me parecía mentira lo que estaba escuchando, propio de una conducción que no podía explicar lo que saltaba claramente a la luz, que eran sus continuos errores.
Cuándo me tocó hacer uso de la palabra realicé una acalorada defensa del “acusado”, señalando que era un compañero increíble, gran amigo de Susana, que coherentemente practicaba el principio de la “unidad en la diversidad" lo que había determinado que fuera clave en la construcción del Frente Antiimperialista y por el Socialismo-FAS.
Luego de la caída de “Alberto”, Eduardo Merbilahaa se hizo cargo de le responsabilidad de nuestro Frente, y cuando se nos ordenó salir del país nos acompañó a tomar el colectivo que nos llevaría a Brasil a Nora, en ese momento Secretaria del Buró, y a nosotros –Alba y yo.
Para completar mi exposición le señale: “yo no soy una persona fundamental para el enemigo, pero durante varios años he estado a cargo de la relaciones políticas manteniendo un vínculo permanente con Oscar Alende, Raúl Alfonsín, Horacio Sueldo y otros dirigentes democráticos, y esa información sí le puede interesar al Batallón 601 de Inteligencia del Ejército”.
Se hizo un silencio tenso y el clima de camaradería inicial se transformó en una despedida, claramente hostil, más aun cuando Rodolfo coincidió con mi planteo.
Salí de este ingrato encuentro absolutamente convencido que el Partido se dividía, ya que la intención de parte del Buró de “detener“ a nuestro compañero era absolutamente inaceptable. Y este entredicho fuerte me explicó lo que había pasado horas antes de la reunión, cuando en una cita con un miembro de esta dirección, éste me pidió que me conectara con Rodolfo Galimberti, dirigente de Montoneros y en ese momento en la capital española, para pedirle armas. Sin duda eran las que utilizarían en esta aberrante decisión.
Pensaba además, que cuando en el peronismo revolucionario y en la izquierda guevarista decidimos “tomar el cielo por asalto“, luego del triunfo de la Revolución Cubana, lo hicimos en un escenario internacional favorable. Argelia,Vietnam, las colonias portuguesas en Africa, el Congo, Centroamérica, la Republica Dominicana. Todo el Tercer Mundo era un escenario de luchas contra el colonialismo y el imperialismo.
En los 70, al mismo tiempo que Estados Unidos comenzaba sufrir la que posiblemente era la derrota más seria de este siglo en Vietnam, comenzó una contraofensiva en esta parte del Continente. El golpe en Chile, luego en Uruguay, y finalmente en Argentina, que completaban los ya dados en Brasil, Bolivia, y el desplazamiento de los militares nacionalistas en Perú, tenían una clara impronta: no se respetarían los derechos humanos ni la institucionalidad formal, y se apelaría a la trilogía secuestro, tortura y muerte para aniquilar a las organizaciones populares y revolucionarias. Este nuevo escenario y la derrota temporal, que no implicaba fracaso, era difícil de asimilar.
Con esas reflexiones y en la seguridad que pasábamos a ser considerados “disidentes”, decidí que trataría de intentar conectarme con quién había sido siempre mi referente, ya que lo conocía desde muchos años atrás. El “Pelado” Gorriarán se vio obligado a pasar virtualmente a la clandestinidad en la clandestinidad con quién era el infamemente “acusado”, para evitar que fuera “secuestrado”.
Volví con Rodolfo nuevamente a París y allí me encontré con él, por quién sentía, más allá de coincidir en política, un gran afecto. Me describió el contexto y las medidas que pensaba que había que tomar para evitar que la fracción, supuestamente mayoritaria, lograra su objetivo. Me sugirió que volviera rápidamente a Nueva York para evitar que se apoderaran de “Denuncia” y que le explicara a Gino y a Carlos lo que estaba pasando. Por su lado ellos empezarían a conectarse con las diferentes “regionales” para ponerlas al tanto de la situación, con vista a realizar un encuentro en los primeros días de enero de 1979.
Inmediatamente activé el pasaje a México para seguir viaje a los Estados Unidos, y al mismo tiempo Rodolfo fortalecería su presencia en la CADHU.
Cuándo llegué a la casa de Raquel en el DF tuve claro, por lo que me contó, que nos habían convertido en “leprosos” y que suspendieron todo vínculo conmigo los militantes de la organización en esa ciudad. Antes de partir hacia el país del Norte fuimos a cenar a lo de Héctor y lo puse al tanto de lo que estaba pasando recibiendo su más amplia solidaridad.

¿Qué pasó en el colectivo de la revista?
¿Cuáles fueron las decisiones fundamentales que se adoptaron frente a la ruptura?
Estos y otros temas abordaremos en la próxima nota de esta saga.

*Abogado. Ex Director del diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”
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