César Milani ignora, niega y olvida los hechos que lo vinculan con el terrorismo de Estado. Los testimonios personales y la documentación acumulada enfrentan la estrategia defensiva. Milani está en la cárcel y se queja de las condiciones en las que pasa los días y las noches. El periodista riojano Cipriano (Pano) Navazo despejó la duda que le formulé por teléfono: “Milani está en el salón en el que ustedes recibían visitas y el cura Pelanda López les oficiaba misa”. El lugar es ahora un pabellón, habitado por represores condenados o procesados, más policías acusados de graves delitos comunes. La referencia, repuso recuerdos grabados a fuego. Allí vi a Agapito Alberto Ledo, en condición de conscripto que ayudaba en la ceremonia religiosa. Allí mi mamá Gloria repetía, en el abrazo del breve e intermitente encuentro: “Como que hay Dios, que esta gente va a pagar por lo que está haciendo”.
César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, nació el 30 de noviembre de 1954 en la ciudad de Cosquín, Córdoba. En la edición del 18 de febrero de 2017, el diario La Voz del Interior brindó la semblanza familiar. Su padre, César Milani fue empresario, dirigente peronista y presidente del Concejo Deliberante de Cosquín. Su hijo y tocayo ingresó en el Liceo Militar a los 12 años de edad y egresó en 1972. De los datos, surge que el joven oficial no creció dentro de un taper. La política la mamó de chico, en su casa y en una provincia en la que la dictadura tuvo un prólogo violentísimo, desquiciado en lo institucional. Sin embargo, se declara un ignorante en la materia, justificado por su juvenil acné intelectual. Quizá no se enteró que la presa política más joven fue la cordobesa Viviana Avendaño (1958 – 2001), capturada a los 16 años de edad en 1975 y liberada en 1981.
El destino castrense de Milani fue La Rioja, dependiente del III Cuerpo de Ejército, comandado por el feroz general Luciano Benjamín Menéndez, un nazi destacado. Bastaba con no ser un analfabeto integral, huérfano de sentidos, para darse cuenta de lo que ocurrió en la provincia avasallada por el terror antes y después del 24 de marzo de 1976. Milani esquiva la excusa de la obediencia debida, ya desechada por la jurisprudencia nacional e internacional. Entonces, desmiente a los testigos-querellantes que lo ubican en las operaciones de secuestro de Pedro y Ramón Olivera y Verónica Matta, estudiante secundaria. Milani pone cara de a mí por qué me miran, cuando Oscar Schaller afirma que lo vio actuar en la clandestina prisión que funcionó en el Batallón de Ingenieros 141. A las constancias asentadas en el registro del penal riojano, dice no tenerlas en su memoria. Y así de seguido.
César Milani tuvo vocación de espía profesional. La nota de La Voz del Interior revela que en los años de la década de los 80, el padre empresario les subrayaba a los sindicalistas, en reuniones paritarias, que su hijo era del rango jerárquico en la Inteligencia del Ejército. Ese servicio funcionó a pleno en La Rioja, publicando nóminas de peligrosos subversivos en las miserables páginas del diario El Sol, propiedad del nefasto Tomás Agustín Álvarez Saavedra, hotelero, concesionario del casino y jefe de la usura. En ese medio se expresaba la alianza de militares y civiles reaccionarios, con el precoz alcahuete Germán Kammerath Gordillo, desde el centro de estudiantes del Colegio Nacional. En esas listas negras figuró Agapito Alberto Ledo, en 1974, a los 19 años de edad.
Ledo ingresó marcado, en febrero de 1976, al lote de colimbas. Con probable premeditación lo incluyeron en el grupo de soldados trasladados a Tucumán, con Milani en carácter de oficial. Lejos de su familia, sin que se pudiera notar su ausencia de inmediato, Ledo fue desaparecido. Un acta firmada por Milani lo acusó de desertor, con el agravante de haber hurtado los utensilios de lata. En el juzgado federal de Tucumán, Milani admite que en el papel figura su nombre pero acota que la que se le exhibe no es su rúbrica. En Tucumán la causa no está agotada pero lo dejaron en libertad a Milani. Cebado por la impunidad arribó a La Rioja, para matar dos pájaros de un tiro, aunque el tiro le salió por la culata. Parafraseándola a Gloria Sierra, como que hay Dios, este tipo está pagando por lo que hizo.
La definición está por verse. Los abogados de Milani proponen testigos que no habitan La Rioja, relacionados con la investigación concretada en el dossier Nunca Más y el juicio a los comandantes en jefe, realizado en 1985. Al parecer, no hay disposición para tratar de exculparse con algún elemento que aporte al paradigma de Verdad y Justicia. Porque si Milani no fue, a esta altura de los acontecimientos debe saber quién, por ejemplo, desapareció al soldado Ledo. Las expectativas al respecto no pueden ser muchas. A lo mejor, en la cárcel de La Rioja murmulla lo expresado por el dictador Videla, en conferencia de prensa de diciembre de 1979, con cara de inocente. “(…) en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, tendrá un tratamiento equis (…) Pero mientras sea desaparecido, no puede tener ningún tratamiento especial es una incógnita, es desaparecido”. No caben dudas que la teoría de la entelequia es digna del libro de las canalladas extremas, y Milani tiene la línea merecida en esas páginas.
*Periodista - Escritor Publicado el 23 de febrero de 2017 @alfieriguillermo https://www.facebook.com/alfieriguillermo |