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Por Guillermo Alfieri*
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Me dieron el gusto

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Fecha:26/01/2017 9:17:00 
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Hay satisfacciones que tienen una mini-historia. Cuando Kirk Douglas cumplió 100 años de edad, dediqué una porción de este espacio periodístico al homenaje al actor estadounidense. A esos efectos, refresqué el recuerdo de la primera vez que lo vi en acción. Fue en una sala cinematográfica de la calle Lavalle, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, en 1952. La Antesala del Infierno se llamó la película en la región hispanoamericana. En el texto, extraído de la memoria, incluí el anhelo del presente: volver a apreciar el filme. Como respuesta, amables lectores sugirieron el modo de conseguir una copia, atención que agradezco. Mi hijo tocayo, Guillermo, dio un paso más. Navegó por internet, en el intento de pescar el DVD buscado. Un vecino del barrio porteño de Mataderos anunció: Yo lo tengo. El asunto es que el objeto deseado fue uno de los regalos que recibí en la Nochebuena de 2016 y lo incorporé al equipaje del viaje a Alpa corral, villa serrana del sudoeste de Córdoba.
El disco no es trucho. Se produjo en la Argentina, con licencia de la Paramount y un sello que lo identifica como material promocional, de la serie Grandes Clásicos del Policial Negro. Sólo las instrucciones técnicas son coloreadas. La hora y 45 minutos que dura Detective Story (en la versión original) se consumieron sin que la expectativa decaiga, por el buen manejo del suspenso, ejercido por el director William Wyler, también responsable de La Princesa que Quería Vivir y Ben-Hur.
La Antesala del Infierno se creó para el teatro, arte en vivo, para un plano. Se representó en Broadway, con éxito de crítica y de público. En la adaptación para el cine, se incorporaron un par de escenas de exteriores, del Distrito Policial 21 de Nueva York, para nosotros equivalente a la comisaría. En lo esencial se impone el diálogo, el despliegue de los perfiles psicológicos de los personajes, las vueltas de rosca para que la comedia se encamine hacia el drama y la tragedia. Las imágenes móviles y las palabras son las mismas que hace 64 años. Por entonces, en la realidad, Kirk Douglas tenía 35 años de edad y yo 17. Ahora acumulamos el centenar y 81, respectivamente. No puedo precisar por qué me gustó La Antesala del Infierno en el portal de la juventud. Lo casi seguro es que la disfruté más en este enero de 2017.
Kirk Douglas es el policía Jim McLeod, de traje, corbata y sombrero de paño. Eleanora Parker es Mary, la agraciada esposa, en romance vigente, sin hijos. En el recinto va instalándose la galería de detenidos, un día cualquiera. La muchachita urbana, que hurtó un bolso que se ofrecía en venta por seis dólares, como si se tratara de una travesura. El muchacho, veterano marino en la segunda guerra mundial, que defraudó a su empleador para seguirle el tren de consumo a la novia presuntuosa. Dos maleantes con prontuario frondoso, apresados en ocasión de asalto a mano armada. No falta la maniática que llega para denunciar que los vecinos fabrican bombas atómicas. Las personalidades de los agentes también son diversas, con los extremos de duros y razonables.
Jim McLeod (Kirk Douglas, con hoyuelo notable en la barbilla) es líder del equipo de los rigurosos, con antecedentes de fajador de peligrosos apresados. El guión se ocupa de exponer la causa de la compleja psicología del violento servidor del orden: un padre malviviente, culpable de dejarlo huérfano de madre. Para McLeod, además, el que delinque una vez lo hace para siempre y es irrecuperable. En la película, el conflicto principal es con el médico Karl Schneider y su abogado defensor. El policía da por hecho que el cirujano dedicado a abortos y tráfico de bebés no tiene escapatoria y lo enviará a la cárcel por largo plazo. Sin embargo, los testigos de cargo se venden o se mueren. La frustración enardece a McLeod, que golpea al cínico Schneider y está al borde de pasar de acusador a acusado.
El suspenso aprieta una tecla sensible. Se revela lo que McLeod ignoraba: la buena de Mary, cuando era estudiante y soltera, fue atendida por el despreciable Schneider. Quedó embarazada en la relación con un hombre casado. La criatura nació muerta. La rígida moral de McLeod, se vuelca en su contra. La seguridad del personaje tambalea. No sabe entender razones y acaba por no ser disculpado por Mary. En la catarsis la crisis, que invade al Distrito Policial 21. El momento es aprovechado por Carlos, un preso de apellido italiano, que está en capilla de una próxima y extensa condena. El sujeto arrebata el arma de un agente y amenaza con actuar como quien no tiene nada que perder. McLeod se para y lo enfrenta. Más que un valiente parece un suicida. Carlos dispara dos o tres balazos. El policía agoniza y estalla la conmoción del brote místico, con rezos y persignaciones como queriendo zafar de la antesala del infierno. Para el cierre la toma es en la calle, con la cámara alejándose en altura.

El desenlace lo tenía borrado por el vendaval del tiempo transcurrido. Aparte de Kirk Douglas, al que reconocí de inmediato fue al actor convertido en el divertido sinvergüenza que terminó dejando sin futuro al detective Jim McLeod, perturbado por su propia intolerancia. Joseph Wiseman se llamó ese eficaz comediante, destacado integrante de un elenco sólido. Wiseman era canadiense falleció en 2009, a los 91 años de edad. En fin, fue lindo reencontrarme con él y con Kirk Douglas, en La Antesala del Infierno, gracias a que me dieron el gusto, con un encantador gesto de cariño.

*Periodista - Escritor
Publicado el 26 de enero de 2016
@alfieriguillermo
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