Tenía agendado escribir acerca del escritor estadounidense Kurt Vonnegut, porque nació el 11 de noviembre de 1922. El triunfo electoral de Donald Trump se cruzó en el camino de la intención. Pero, como no hay mal que por bien no venga, una cosa no elimina a la otra. Para el caso, por una simple razón: Kurt Vonnegut no descartó casi ningún tema, por espantoso que sea, para abordarlo con pautas de gracia, sacándole punta a veces con humor negro. Como se murió el 11 de abril de 2007, a los 84 años de edad, no puede opinar sobre el significado de la victoria de Donald Trump, pero en su obra hay críticas entretenidas y ácidas que pueden traspolarse a hechos y personajes de la actualidad y sus inquietantes nubarrones.
Kurt Vonnegut fue hijo de inmigrantes, radicados en Indianápolis, región de los grandes lagos de agua dulce. En 1968 escribió la novela que le dio notoriedad universal. En Matadero Cinco, narra el episodio que atravesó en febrero de 1945. Era prisionero de guerra en Dresde, cuando la ciudad de Alemania fue bombardeada por aviones ingleses y estadounidenses. La masacre eliminó a 130 mil personas. Kurt Vonnegut sobrevivió, con un puñado de camaradas, que recogió cadáveres y removió escombros. Explicó que la intervención de su país en Vietnam, lo habilitó a hablar de las cosas horribles de la guerra, “de lo que habíamos hecho a la peor gente imaginable, los nazis”.
Historia amarga, conmovedora y a la vez divertida, sin desechar la posibilidad de despertar la sonrisa aliviadora. Es que para Kurt Vonnegut el humor es una reacción fisiológica al miedo. Citó a Sigmund Freud para señalar que el humor es una respuesta a las tantas frustraciones. Por ejemplo, un condenado a muerte al ser conducido a la horca un lunes exclama ¡Qué manera de empezar la semana! Mientras se realizaba en Dresde la experiencia militar para ver si era posible reducir un centro urbano a cenizas, regándolo con artefactos incendiarios un soldado dijo, cubriéndose la cabeza por si le caía el techo encima: “Me pregunto qué estarán haciendo esta noche los pobres”.
Un Hombre sin Patria fue traducido al castellano y publicado en 2005. Kurt Vonnegut une cabos sueltos de su existencia. Se define como socialista humanista, que pretende entender el mundo y la vida. Se explaya sobre cuestiones cruciales de su país, de las estructuras de poder, de las agresiones al ambiente, de las invasiones preventivas. Ilustra y sintetiza con la ácida ironía: “Nada impide que el bien triunfe sobre el mal, bastaría con que los ángeles se organizaran al estilo de la mafia”. Advierte que no va a presentarse para competir por la presidencia de la Nación y confiesa que su esposa es, sin lugar a dudas, la persona más vieja con la que se acostó. Comparte el antiguo y vigente diagnóstico de que Estados Unidos es el país donde más predomina el amor por el dinero, sobre los sentimientos humanos.
El 11 de noviembre de 2004, Kurt Vonnegut cumplió 84 años. Padre de siete hijos (tres de ellos sobrinos huérfanos) le preguntó al que ejercía la medicina para niños: “¿Qué sentido tiene la vida? La respuesta fue que estamos aquí para ayudarnos los unos a los otros a pasar por esto, sea lo que sea. De sus pasiones, comentó que por más corrupto, codicioso e insensible que llegue a ser un gobierno y otras instituciones, la música seguirá siendo maravillosa. Pidió, por si un día moría, el siguiente epitafio: La única prueba que necesitaba de la existencia de Dios era la música.
De la guerra en Vietnam, opinó Kurt Vonnegut que sólo sirvió para convertir a los millonarios en multimillonarios. A su vez, las comandadas por George Bush (h), en el siglo XXI, convirtieron a los multimillonarios en billonarios. “Eso es lo que yo llamo progreso”, remató con ironía. De los padecimientos globalizados, señaló Kurt Vonnegut que los efectos secundarios de los avances tecnológicos, están destruyendo el planeta a marchas forzadas, tanto en tiempos de guerra que de paz, logrando que deje de ser un sistema respirable y potable, donde las formas de vida puedan desarrollarse. La impresión era que todo el mundo actúa como actúan los miembros de Alcohólicos Anónimos: al día. “Conozco a muy poca gente que sueñe con un mundo para sus nietos”, lamentó.
Con sus reflexiones, Kurt Vonnegut llegó a conclusiones terminantes: no existe ni la más remota posibilidad de que Estados Unidos llegue a ser un país humano y razonable, “porque el poder nos corrompe y el poder absoluto nos corrompe de manera absoluta (…)”. Hay interrogantes planteados por Kurt Vonnegut que dinamizan sus textos. Por ejemplo, por qué a George Bush (h) le fastidian tanto los árabes. La sorpresa se extiende a su interpretación. A los árabes les debemos el álgebra y también los números que utilizamos, incluido un símbolo para representar la nada, que los europeos nunca habían tenido hasta entonces. ¿Creían que los árabes eran tontos? Intenten hacer una división larga con números romanos.
Kurt Vonnegut se cayó en su casa en Nueva York. No se recuperó del daño cerebral sufrido y falleció. Había sucedido a Isaac Asimov, el gran escritor de ciencia ficción, en el cargo de presidente honorario de la Asociación Humanista Estadounidense. Avisó que su chiste favorito era suponer que, al morir, residiría en el cielo. De Jesús dijo que lo que predicó es hermoso. Entonces, ¿qué más da si era Dios o no? De hecho, si Cristo no hubiese pronunciado el Sermón de la Montaña, con su mensaje de comprensión y piedad, Kurt Vonnegut no deseaba ser un ser humano, sino una serpiente de cascabel. Visto lo votado por casi el 50 por ciento de los estadounidenses, cabe la duda: ¿Habrá leído el billonario Donald Trump el Sermón de la Montaña? ¿Deportará o encarcelará a los inmigrantes humanistas?
*Periodista - Escritor
Publicado el 15 de noviembre de 2016
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