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Por Guillermo Alfieri*
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Extravagancia a la española

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Fecha:05/09/2016 10:20:00 
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La elección de presidente de España, sigue en veremos. El trámite ya consumió dos comicios generales, infructuosas negociaciones a puertas abiertas y cerradas, decenas de discursos, cruces de palabras ardientes, cuatro votaciones de diputados que se negaron a darle confianza a dos candidatos propuestos por el rey, de fuerzas políticas opuestas. La situación no es común y es lejana, pero la distancia física no borra el interés por lo que ocurre en un país democrático, que nos incumbe por razones conocidas, que el lector activo sabrá ubicar.

Murió el dictador Francisco Franco, en 1975. España ingresó en la transición democrática, congelada durante 40 años. Se levantaron proscripciones, hubo regresos del exilio y libertades recuperadas. Se firmaron pactos de convivencia y se aprobó una Constitución progresista. Las diversas corrientes ideológicas, tuvieron cabida en el sistema, que sorteó un intento de golpe de Estado, desautorizado por el rey Juan Carlos. Sobre la marcha, se concretaron competencias electorales, en las que la presidencia se alternó con la fórmula del bipartidismo. Desde 1982 hasta 2015, seis jefes de gobierno fueron del Partido Socialista Obrero Español y tres del Partido Popular, entendidos como izquierda y derecha, respectivamente y en el trazo grueso.

Los españoles, en apreciable cantidad, sintieron que el bienestar había llegado para quedarse, pero en 2007/2008 estalló la burbuja económica y financiera. Sobrevino la crisis, cuando gobernaba el socialismo y perduró cuando el PP tomó el timón de mando. La sociedad recibió el impacto el régimen político y sus referentes fueron cuestionados. Surgió el inorgánico movimiento de los Indignados, derivados en entidades partidarias. A partir de 2013, en las urnas se manifestó que el bipartidismo amainó. Por izquierda apareció Podemos y por derecha Ciudadanos.
La grosera corrupción también entró en escena, con infección que no distinguió pelos y marcas. En la conjunción de lo político, histórico, económico y cultural se reanimaron los reclamos de autonomías territoriales, siempre latentes en el país vasco y con el objetivo de independencia, si es que el pueblo catalán así lo determina en un referéndum, que hasta el momento le es negado. En fin, que conflictos no faltan, con vigor de razones para interpretar la novela de suspenso que hoy se escribe en la realidad de la península.
Mariano Rajoy, del PP, es presidente desde 2011, con cuatro años de mandato. El 20 de diciembre de 2015 se efectuaron los comicios generales, para iniciar el cronograma y las secuencias de la sucesión. La ciudadanía repartió sus preferencias. Primero el PP, escoltado por el PSOE, Podemos y Ciudadanos. Partidos con alcance provincial, obtuvieron el resto de las bancas. En la plataforma de 350 parlamentarios, se presentó el socialista Pedro Sánchez, auspiciado por el rey Felipe VI, cabeza del Estado, para acceder al máximo cargo ejecutivo. Necesitaba 176 apoyos (mayoría simple). No tuvo éxito.

La novela había comenzado, sin concluir, con la primera vuelta. Aproveché la televisación, en directo y sin cortes, para recoger detalles de la segunda ronda. El 26 de junio, las urnas generales volvieron a activarse. El PP obtuvo 137 diputados el PSOE 85 Podemos, aliado con Izquierda Unida, 71 Ciudadanos 32. Las cuatro fuerzas principales acumularon 325 representantes. Ninguno se acercó al número estrella (176), que significara la mitad más uno. Entre partidos locales se repartieron 25 escaños.
La incertidumbre no corría el telón. El PP, Ciudadanos y una agrupación de Islas Canarias rubricaron un acuerdo de 100 puntos. En la suma, 170 votos de confianza. A los otros seis imprescindibles había que pescarlos, con el debate cara a cara, que miré de cabo a rabo, en sus tres capítulos. El 30 de agosto, Mariano Rajoy, propuesto por el monarca, leyó dos horas y media, con un tono formal. Defendió su gestión, diagnosticó mejoría en el camino sembrado de clavos, heredado de la administración socialista que lo precedió. Le pidió a sus clásicos rivales que si no respaldaban, se abstuvieran para posibilitar la formación de nuevo gobierno. Lo aplaudió su bancada.
Cuarto intermedio hasta la mañana siguiente, madrugada para nosotros. Durante nueve horas, los opositores criticaron la política del PP, la corrupción, el estilo de mando de Rajoy y su irrespeto a derechos autonómicos. Con nombre y apellido se contabilizaron 170 SÍ y 180 NO, con asistencia perfecta. La discusión tuvo pasajes tensos, sin escándalo, con atención de la oratoria, seguida en silencio y con las bancas ocupadas. Un receso de 36 horas para reflexionar, para detectar algún quimérico cambio de actitud, basado en dichos de Rajoy, al replicar cada intervención adversaria.

El viernes 2 de setiembre, en la tarde calurosa de Madrid, los puestos se retomaron en el Congreso, con la ropa coloreando el lugar, más variada en los hombres traje y corbata, camisas de mangas cortas o arremangadas y alguna remera. Por reglamento, correspondió menos tiempo para la esgrima parlante. Si hubo unanimidad fue en indicar que la indefinición es pésima, que el pueblo está harto y que la institucionalidad se resiente. Claro que al instante de encontrar culpables, cada cual acusa a los demás. Se acabaron las palabras y se reiteró el recuento: SÍ 170 – NO 180. Como si fuera un consuelo, se aprobó una declaración que expresa satisfacción y felicitaciones a las partes por el pacto de paz suscripto en Colombia. Ahora sí los aplausos se emitieron desde todas las bancadas.

Desde el Palacio Real salió la versión Felipe VI está preocupado. El monarca sondeará la chance de ponerle fin a la novela de suspenso. Es leve la hipótesis de que el monarca proponga a un tapado aspirante. Tiene un plazo para no disolver el Congreso de los Diputados y llamar a una nueva elección general. Por las dudas, ya se piensa en modificar el cronograma que determina que esos comicios coincidirían con el día de Navidad, 25 de diciembre. Mientras tanto, los conceptos y los análisis colisionan, en la complejidad de que la matemática no siempre es exacta.
El Partido Popular es la primera minoría, que en la segunda elección general sacó más diputados y ventaja que en la primera. Con ese dato de la realidad, entiende que, en el desacuerdo, le corresponde presidir el gobierno. La réplica es que la ley ordena la decisión indirecta, de la mitad más uno de los congresistas, mayoría de la que no se adueñó Rajoy.
Por cierto, 180 es una cantidad soñada. Empero, su procedencia es heterogénea. Confluyeron para un NO. No lo harán para un SÍ. El PSOE podría negociar con Podemos la cuestión es que Podemos respalda la aspiración catalana de un referéndum sobre la independencia y los socialistas, al igual que los populares, no son permeables a esa inquietud. El ejemplo, puede extenderse a la incompatibilidad de Ciudadanos con Podemos y así de seguido.

En la superficie, España sigue andando, con Rajoy en la baja calidad de “presidente en funciones”, eufemismo para disimular el baldío institucional en la estructura del Estado. Martillazos de la realidad han revelado que no se previó el modo de superar la intermitencia en curso. Los constitucionalistas anticipan que habrá reformas. Ya que está, podrían revisar la chance de reelección eterna para el jefe del gobierno. Como decía mi abuelo, el asturiano Rafael Sierra, con un rey tenemos bastante.

*Periodista - Escritor
Publicado el 05 de septiembre de 2016
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