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Por Guillermo Alfieri*
Crónicas en Claroscuro
 
La activa memoria de Susana Barco de Surghi

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Fecha:25/07/2016 10:31:00 
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En el libro Corredores de la Memoria - Del Campo de la Ribera a los Juicios, la profesora Susana Barco de Surghi cuenta y registra secuencias de su condición de presa política de la dictadura, durante tres años y uno más con libertad vigilada. En el texto de cuidada calidad, se ensamblan la crónica y el ensayo para, en 150 páginas, brindar información y ejercer la reflexión acerca del día a día en la cárcel clandestina y en penales de Córdoba y Buenos Aires.
De la situación límite, Susana Barco expone el miedo y la resistencia incertidumbres y certezas la bajeza de los represores y el desprecio de los cautivos el riesgo de la locura y la creatividad para la subsistencia. La solidaridad por sobre las mezquindades. El antes y el después del horror. El testimonio, en 2014, en una causa por delitos de lesa humanidad, con la memoria asumida “como responsabilidad, de cara al futuro, para que Nunca Más se reiteren esos crímenes aberrantes”. Al respecto, la expectativa sigue abierta porque el fallo se dictará apenas finalice la actual feria en el tribunal federal de Córdoba.

La Editorial Universitaria de Villa María se ocupó de la producción gráfica de Corredores de la Memoria, en 2016. En esa ciudad cordobesa fue detenida en julo de 1977 Susana Barco, docente del profesorado. Diría la ficha de los servicios de espías, que nació en Federal, provincia de Entre Ríos, en 1937, en el seno de una familia que se mudó al barrio de San Telmo, en Buenos Aires, en 1942. Estudió para ser maestra y licenciada en Ciencias de la Educación, título que recibió en 1962, extendido por la Universidad Nacional de Buenos Aires. Fue cesanteada como docente por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía (1966) y por el derechizado mandato de María Estela Martínez de Perón (1975).

De la comisaría de Villa María fue trasladada al tenebroso campo de La Ribera, al sudeste de la ciudad de Córdoba. Narra Susana Barco las condiciones de la detención, en un grupo de cinco compañeras, que con el tiempo comparó con imágenes cinematográficas de centros de concentración nazis. Los ojos constantemente vendados, la promiscuidad dominando el escenario, el ultraje a destajo para quebrar el ánimo de las capturadas. Señala Susana Barco la dificultad de emplear la palabra humana para describir las acciones inhumanas. También remarca la imperiosa necesidad de explicarse las imputaciones formuladas por los verdugos, que no sobrepasaban su función docente, que piensa y critica, que alienta la esperanza de construir una sociedad justa.

A Susana Barco no se le abrió expediente judicial. Fue puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, medida que implicaba un precario blanqueo, que no impidió fusilamientos, desapariciones y la tortura como método generalizado. Todavía en La Ribera, con los cuerpos a merced de los represores, surgieron formas de distracción, con unas piedritas para jugar a la payana y la mente conectada con el exterior, el de la familia, el aula, los libros, el cine y la música, para romper la incomunicación, para desplazar el dolor y el llanto, para tender los gestos solidarios.
De La Ribera a la Unidad Penal 1, en la ciudad de Córdoba hay corto trecho. Ese fue el destino inmediato de Susana Barco. Con el beneficio de mantener correspondencia restringida a estrechos lazos de parentesco. Con una visita anual. Después fue el alojamiento en la cárcel de Villa Devoto, en la Capital Federal, desde 1978, con locutorios vidriados para evitar el abrazo y el beso de seres queridos.

En ambos ámbitos la posibilidad de recurrir a pasatiempos, burlando el protocolo estricto e inquisitorio. Hablar con las manos, inventar un programa radial, hacer el pasapalabras, tallar hueso sobrante de la comida, diseñar disfraces, usar una tapa de envase como espejo, remitir de celda a celda versos de Prevert, del poema Este Amor (…) Y desde donde sea / Danos señales de vida (…) / Tiéndenos la mano / Y sálvanos.

En los interrogatorios, a Susana Barco le cuestionaron autores que incluía en su tarea docente y la nota color la ofreció el milico que pretendía debatir sobre Pericles y el otro que acusaba de subversivo al brasileño Paulo Freire por haber redactado Pedagogía del Oprimido. Mientras tanto, la indagada se dio el gusto de corregir la ortografía del acta que le ponían a la firma. La libertad fue vigilada desde 1980 a 1981. En Buenos Aires cumplió la autopromesa de agradecerle a un carbonero de San Telmo, que conoció en su infancia, el financiar los ásperos cigarrillos Parisienne que fumó en la cárcel, llevados por la imprescindible tía Naná. En Villa María el conmovedor encuentro con el Flaco, su marido y los dos hijos del matrimonio. Con amigos y vecinos que no renegaron del contacto con la profesora Barco.

Antes de que se fugue la dictadura, Susana Barco ganó la demanda civil por la cesantía en el profesorado. En democracia recuperada, fue designada normalizadora de la Universidad Nacional del Comahue, coordinó la Reforma Educativa Rionegrina y la elaboración del Currículo de Formación Docente Neuquino. Fue docente en la Universidad Nacional de Córdoba. Sus méritos académicos son reconocidos en el país y en el exterior. En Paraná sembró amistades y participó en actividades de la Facultad de Ciencias de la Educación, dependiente de la UNER. Hoy reside en Cipolletti, provincia de Río Negro. Es jubilada, pero trabaja. Como hacía su abuelo, les cuenta a sus nietos tramos de la historia observada o protagonizada.

El 11 de junio de 2014 Susana Barco fue testigo en la megacausa La Perla, que incluía los hechos de La Ribera. En el expediente estaba incluido el borrador de Corredores de la Memoria. Ratificó que “no entiendo la docencia como un empleo sino como un modo de ser y de estar en el mundo y desde allí hablo”. A partir de ese principio desarrolló el resumen de este libro que acabo de leer, dedicado “a la memoria de mis padres y Naná. Al Flaco, a mis hijos y nietos, la esperanza y el futuro. A mis compañeras de cárceles con quienes nos sostuvimos a punta de solidaridad”. Al fin, requirió a los jueces un fallo justo, que enseñe que no hay impunidad para los crímenes de lesa humanidad. “Será ese día, un Claro Día de Justicia, en camino a una sociedad igualitaria”, expresó. En la sala había algunos procesados en la megacausa, que llegaron a ser 62, diezmados por diez muertes. Unos 20 están presos y el resto goza de detención domiciliaria, pendientes de lo que resuelva la Cámara que los juzga, a fines de julio o principios de agosto de 2016. La profesora Susana Barco de Surghi, detenida hace 39 años, salió del lugar con el cuerpo erguido, rodeada del afecto de familiares, amigos, camaradas de cárcel y ex alumnos. Dejó resonando la cita de Sartre: “No importa tanto lo que nos hicieron, sino lo que nosotros hicimos con lo que hicieron de nosotros”.

*Periodista - Escritor
Publicado el 18 de julio de 2016
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