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Por Guillermo Alfieri*
Crónicas en Claroscuro
 
El cabreo de Beethoven con Napoleón Bonaparte

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Fecha:12/02/2016 12:43:00 
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Napoleón Bonaparte y Ludwig von Beethoven fueron absolutamente contemporáneos. El corso nació el 15 de agosto de 1769 y el alemán el 16 de diciembre de 1770. Vivieron 51 y 56 años, respectivamente. Cada cual en lo suyo, tuvieron decisiva participación en una tumultuosa y bélica época europea, con trascendencia en el resto del mundo. No se conocieron personalmente. Lo probado, es que el músico tanto admiró como se enfadó con quien de general de la Revolución Francesa cedió al contradictorio impulso de fundar su propia dinastía monárquica.
Como suele ocurrir, también ahora, en aquel presente compartido cabían los sentimientos en pugna, en el fragor de los sucesos calientes, reanimados en mi caso por la sucesiva lectura, en el verano de 2016, de biografías de Bonaparte y de Beethoven, redactadas por André Maurois y Ángel Carrascosa Almazán, en ese orden. Con la inter-relación de los textos, es posible reflejar el conflicto, a la distancia, del artista con el hombre más poderoso de su tiempo, que quizá no se enteró que la tercera sinfonía iba a agregar gloria a su nombre, hasta que Beethoven tuvo el cabreo de activo ciudadano.

Napoleón fue francés por un negocio inmobiliario: 14 meses antes de que lo pariera su jovencita mamá Leticia, la República de Génova le vendió Córcega al Rey Luis XVI cuando el movimiento independentista de la isla mediterránea estaba a punto de triunfar. Segundo hijo de una familia que sería numerosa, Napoleón Bonaparte accedió a la carrera militar gracias a una beca. En 1786 recibió la insignia de oficial y en 1789 se concretó la impactante Revolución Francesa, al son de la Marsellesa y con la sustentable misión de Libertad, Igualdad y Fraternidad, en lugar del absolutismo por mandato divino.
En 1795 Napoleón comandó, sin miramientos, la represión de la insurrección monárquica. La actitud le dio prestigio ante sus pares y popularidad entre los revolucionarios. Luego dirigió campañas castrenses en Italia y Egipto, le ganó batallas a turcos y austríacos, con el latente proyecto de atacar a los ingleses. En 1799, en medio de la crisis interna de la República, asestó un golpe de Estado, el 18 Brumario (9 de noviembre). Lo designaron cónsul, ratificado como vitalicio por plebiscito. En 1800 impulsó la sanción de la Nueva Constitución y la puesta en marcha del Banco Francés. En 1801 firmó un acuerdo de paz con Austria.

Bonn fue la ciudad-cuna de Beethoven. En 1792 se mudó definitivamente a Viena, capital de Austria. Ya era compositor respetado y destacado, cuando comenzó a componer la tercera sinfonía con título decidido: “Bonaparte”. Corría 1802 y la primera duda sobre la denominación la sembró el Concordato que Napoleón suscribió con el Vaticano, por el cual se restableció el culto católico en Francia. Beethoven era creyente, aunque estimaba que lo religioso no debía mezclarse con los asuntos públicos.
La gota que rebalsó el vaso, en materia de homenaje, ocurrió en 1804: Napoleón se autoproclamó y se autocoronó emperador, casado con Marie-Josèpe Tascher de la Pagerie, llamada Josefina. A Beethoven se le atribuye haber expresado: “Entonces, ¿no es más que un ser humano vulgar? Ahora también él (Bonaparte) pisoteará los derechos humanos y se limitará a satisfacer su ambición (…) ¡Se convertirá en un tirano!”
Dura crítica la de Beethoven, que motivó variedad de interpretaciones. No faltó la que atribuyó la idea del tributo, con forma de sinfonía, al deseo del artista de congraciarse con Napoleón y estrenarla en París, ciudad que bien podía reemplazar a Viena como sitio de residencia.
Esa teoría desconoce que Beethoven no disimulaba su laicismo, fue partidario del voto universal, prefería el régimen parlamentario, no toleraba la censura y defendía la libertad de expresión. Por eso se justifica que admirara al Napoleón identificado con la Revolución Francesa y cuestionara al Napoleón emperador, más aún cuando apuntó los cañones contra los países germánicos. La cuestión es que la tercera sinfonía se presentó en 1805, con la denominación de Heroica, con altísimas pulsaciones del pasaje histórico que se atravesaba.

Napoleón Bonaparte falleció el 15 de mayo de 1821, en la atlántica isla de Santa Elena, en el ostracismo que le impusieron los ingleses, desde 1815. Beethoven murió en Viena, el 26 de marzo de 1827, con enormes sufrimientos, sumados a su atormentante sordera. Ninguno alcanzó a conocer lo que dijo Víctor Hugo, en el discurso de ingreso a la Academia Francesa, en 1841. “(…) No es de extrañar que la gente se dejara deslumbrar por él (Bonaparte). Tenemos que comprender, por un lado, el entusiasmo y, por otro, la resistencia, porque ambos extremos fueron legítimos”. Al fin de cuentas, eso es lo que pasa con todos los héroes, en el 2000 también.

*Periodista - Escritor
Publicado el 11 de febrero de 2016
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