El título original, en inglés, de la película es All is Lost. La traducción literal es Todo está Perdido, aunque por motivos no explicitados se prefirió Cuando Todo está Perdido, para la distribución en países hispano-parlantes. El filme desarrolla la dramática situación que atraviesa un navegante solitario, con la singularidad de que el elenco tiene un único nombre Robert Redford. Vi la producción y la ficción tendió el puente hacia Vito Dumas (1900-1965), un argentino de travesías inéditas, sin compañía en mares bravíos, ganador de enorme popularidad, apagada por prejuicios revanchistas.
Robert Redford evaluó la propuesta del guionista y director J. C. Chandor. Llegó a la conclusión de que Cuando Todo está Perdido, transitaría por la cornisa del éxito o el fracaso artístico y comercial. Aceptó el reto de ser exclusivo intérprete del largometraje, sin siquiera recurrir a recursos de la mímica. A lo sumo, la música de Alex Ebert colabora con la creación del clima de progresiva tensión. Palabras muy pocas. Diálogo inexistente.
El sofisticado yate de fantasía cinematográfica, indica la fuerte posición económica del propietario, hombre de edad madura. Mar adentro, un exótico objeto flotante, a la deriva, golpea y abre boquete en el sector derecho del casco. El avezado tripulante procura la reparación de emergencia, con herramientas y materiales que, en las secuencias del intento, no logran solucionar la avería. Incluso, el equipo de comunicación para requerir auxilio, queda fuera de servicio por el ingreso de agua a la cabina.
Vito Dumas nació el 26 de setiembre de 1900, en el barrio porteño de Palermo, con pertenencia a una familia de clase media. Practicó natación pero no consiguió financiación para competir en pruebas de media y larga distancia, en Europa. Con ahorros discretos, adquirió un barco de ocho metros de eslora, de 20 años de antigüedad. Lo refaccionó y bautizó Legh, en homenaje a la tradición naviera escandinava o para componer la sigla de lucha, entereza, grandeza y hombría.
El Legh no contó con radio ni timón. A Vito Dumas el bolsillo le dio para el calentador a petróleo, balde y tijera. Zarpó del pueblo francés de Arcachón, situado en el Golfo de Vizcaya, en diciembre de 1931. Con escasez de agua y comestibles, cubrió 7.325 millas marinas, en varias etapas, para arribar al puerto de Buenos Aires el 13 de abril de 1932. Por primera vez, un navegante solitario diseñó la hazaña de cruzar el Océano Atlántico, lo que consolidó y acrecentó la popularidad de Vito Dumas.
El personaje de ficción pelea a brazo partido con la adversidad. En el papel de ser humano en situación límite, Robert Redford coloca sensibilidad, cuerpo y mirada para exponer el estado de ánimo, que pulsa la serenidad con la angustia. La embarcación se inunda, el naufragio es inevitable. Es el momento de apelar al bote salvavidas, con capacidad de hacerse carpa. De cualquier forma, no más que una cáscara de nuez en la impresionante inmensidad acuática.
A Vito Dumas le llevó diez años concretar una idea audaz: circundar el globo terráqueo, a la altura del paralelo 40, por una ruta de vientos inquietantes, por veloces y con sonido aterrador. El 9 de junio de 1942 partió del puerto de Buenos Aires, en el Legh II, velero de casi diez metros de eslora y tres de manga, con quilla de hierro y dos mástiles. Desde Ciudad del Cabo, emprendió el cruce del océano Índico. La guerra naval amenazó involucrar al Legh II, con torpedos y bombas que le pasaron cerca.
La población temía por la suerte de Vito Dumas cuando no había noticias de su paradero. Las novedades positivas disipaban las dudas y aumentaban el aliento simbólico. Con etapas motivadas por enfermedad y arreglos de la embarcación, el Pacífico quedó atrás. Una multitud dio la bienvenida al héroe, en la estación porteña. El Legh II fue exhibido durante semanas en el Luna Park y Vito Dumas paseado en andas el 7 de agosto de 1943. Luego realizó otras travesías, a Nueva York y en el Cabo de Hornos, batiendo records, siempre en soledad.
Los efectos especiales crean verosímiles feroces tormentas, en Cuando Todo está Perdido. Robert Redford es el alquimista que torna bebible lo que era agua salada. Raciona los alimentos y se mantiene indiferente a temibles bestias que amagan el ataque. La garganta se pone a prueba para llamar la atención de un par de embarcaciones, que no escuchan los gritos ni observan las luces de bengala, lanzadas desde el bote-carpa. El náufrago no es de madera y lo demuestra con puteadas, que patentizan el drama. Ahí no acaba la película, pero el final no lo revelo, porque no es cuestión de enojar a potenciales espectadores.
Con respecto a Vito Dumas, el suspenso está saldado. Sus memorias se hallan en el libro Los Cuarenta Bramadores. Datos biográficos están reunidos en el texto redactado por el periodista Álvaro Abós, publicado en 200 Argentinos. Vida, Pasión y Muerte (1810-2010), editado por Jorge Lanata y Guillermo Alfieri (h). Las referencias señalan que en 1953 le adjudicaron a Vito Dumas el grado de teniente de la Marina y fue nombrado director de la Escuela Náutica Juan Perón. Suficiente para que el revanchismo del golpismo de 1955, lo acusara de recibir favores del “régimen depuesto”.
Al igual que otras figuras de variadas actividades, la censura represiva tapó la figura del gran aventurero y devaluó sus experiencias. Vito Dumas cayó en depresión. Murió el 28 de marzo de 1965, en su casa de la bonaerense ciudad de Vicente López. La gente de mar lo sigue celebrando, como ícono de la navegación solitaria.
*Periodista - Escritor
Publicado el 30 de diciembre de 2015
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